LA CLAVE ESTÁ EN LA GANANCIA
Los pobres somos
como ranas; nos multiplicamos de a cientos para sobrevivir y, de ello, los
ricos han hecho el negocio de sus vidas. Mis abuelos cada par, tuvieron en
promedio ocho (8) hijos, es decir que yo llegue a tener aproximadamente 16
tíos, claro era una época en la que los viejos garantizaban así que al final de
sus días al menos uno de esos ocho se encargaría de sus chocheras hasta
enterrarlos como dios manda. Era la época de las familias numerosas y eso que a
mis abuelos los detuvo en su fecundidad la llegada del televisor y en alguna
medida la voluntad rebelde de mi abuela, quizá por ello no alcanzaron los
records de algunos de sus vecinos que contaron hasta ventitantos hijos.
Las nuevas
generaciones ya no tienen tantos tíos, si acaso la mitad de los que yo tuve y
la cosa sigue en descenso, el problema es que en pocas décadas pasamos de ser
unas cuantas miles de familias para ser unas cuantas ¡millones de familias!
Cada una con un promedio de tres (3) hijos, así las cosas, lo que sobra es
gente.
El hecho de que
seamos tantos nos obliga a competir ferozmente entre nosotros mismos; luchamos
por un asiento en el bus, por poder subirnos al bus, por un taxi, por una cita
médica, por los alimentos, por un cupo en la escuela, en el colegio, en la
universidad… tenemos que luchar a sangre y lágrimas por una vivienda, luego porque
nos le instalen los servicios, luchamos con los vecinos para que no nos roben
la luz, el agua y ahora, la lucha es hasta por las señales, no falta el que
necesita Wifi. Claro, además está la lucha entre nosotros mismos por el derecho
a procrear, a reproducirnos como ranas para poder continuar el ciclo. Eso a
nosotros los pobres.
Los ricos en
cambio, hablo de los de siempre, de los que nunca han sido pobres, esos de la
riqueza heredada como los Santos, los Pastrana, Lafaurie, Char, Ospina,
Mosquera etc., arriesgándome a algún error demográfico, me atrevo a decir que
no tuvieron nunca más de cinco hijos y los de ahora, si acaso tres y eso por
las latitudes costeras por aquello de los mariscos “esa vaina no joda” así las
cosas los padres garantizaban herederos pero a la vez, podían garantizar con
comodidad un pan para cada hijo, buen colegio, buena ropa, universidad etc., NO es lo mismo repartir un pan entre
tres que tener que repartirlo entre 10 o 12, más de eso, mejor no repartirlo…
Pero entonces…
la culpa de la pobreza es ¿la jijuemadre arrechera con que vivimos los pobres? o
pa rematar ¿de nuestra inverosímil fecundidad? si seremos fecundos ¡oigaaa! Nos
cae semen en un pie y nos nace otro dedo. NO, aunque por supuesto los ricos
sacan ganancia por aquello de la oferta y la demanda, pero NO, la culpa no es
de nosotros los pobres por reproducirnos como ranas, si el problema fuera la
cantidad de gente, China y la India no serían
dos de los países más ricos del mundo aunque su gente sea ridículamente
pobre, son economías sustentadas en la MANO
DE OBRA BARATA, nuevamente, al ser tantos, la competencia por un puesto de trabajo
hace que los dueños de las industrias se den el lujo de aumentar su margen de
ganancia sin ninguna piedad y ¡hay de quien se queje! Porque sencillo, ¡vaaa pa
fuera!
mis abuelos
fueron toda su vida campesinos sí, pero NO pobres; tenían allá en su finca,
gallinas, yuca, vacas, tierra, maíz, plátanos, naranjas etc., y todos los hijos
trabajaban la tierra para que la comida nunca faltara, lo que quiere decir que
tampoco hizo falta que tuvieran ropas elegantes o distinciones académicas…
La pobreza existe
solo porque es DIRECTAMENTE PROPORCIONAL A LA RIQUEZA, el hambre de muchos paga
los agasajos de unos pocos… Como dije al comienzo, la clave está en la ganancia.
Los pobres no tenemos margen de ganancia, ese es el principio de la
desigualdad.
Mi abuelo que
era un hombre de esos tan trabajadores como creyentes, cultivaba durante meses
la tierra junto con sus hijos (mis tíos) y cuando se recogía la cosecha,
cargaba en una mula los tres o cuatro bultos de maíz que había que llevar por
un camino lodoso y escarpado hasta el pueblo, tocaba arrancar antes de que
saliera el sol para llegar a la plaza a eso de las siete y alcanzar a vender el
maíz antes del último campanazo de llamado a la misa de las 8 am. Entonces, justo
cuando mi abuelo baja los bultos de maíz y la mula respira profundo, ES AHÍ DONDE ARRANCA LA POBREZA… el dueño del granero sabe que lo tiene en sus
manos, que digo manos, en sus fauces, él sabe que el pobre viejo después de dos
horas de camino no volverá a subir esa pesada carga a la mula.
-¿a cómo trae
ese maíz?- preguntaba el mercader
-pues a lo que
está patrón, usted sabe, a $800 - respondía mi abuelo mientras miraba a su
compadre que también llegaba con su mula cargada de maíz
-pues está
complicado entonces, porque ahí tengo un montón de maíz y nada que sale, mejor
no lo hubiera bajado de la mula- respondía jocosa y audazmente el dueño del
granero
-pues a cómo me
lo paga entonces- contestaba mi abuelo mientras pensaba en los medicamentos
para mi abuela, las botas de caucho para mi tío Antonio, la vacuna para el
ternero que andaba maluco, la limosna para la iglesia y el compadre que
esperaba su turno.
-se lo pago a $300 y eso como para
ayudarle, no vaya usted a llevárselo a la esquina y esa vieja mísera del
baratillo lo robe- decía con cara de generosidad absoluta el dueño del granero.
Mi abuelo miraba
los bultos en el profundo suelo de la plaza, miraba la mula con sus ojitos
cansados y su lomo enjugado, respiraba profundo, sacaba cuentas, desechaba las
botas de mi tío Antonio, la mitad de los medicamentos de mi abuela y la vacuna
del ternero…
-pues dónde se
los dejo, aquí en la entrada o se los dentro pa dentro- decía mi viejito con
resignación al tiempo que miraba los anaqueles de la sal y otras cosas que le
tocaba llevar porque no las podía cultivar en su finca.
Entonces, una
vez recibía los miserables $900 que significaban ya una pérdida para mi familia
de $1.500 en los tres bultos de maíz, mi abuelo preguntaba -¿a cómo tiene el
kilo de sal?-
A lo que el
mercader, sin mirarlo a la cara y mientras se ponía el lápiz rojo en la oreja
le respondía sin titubeos –a $10-
-pero en el
radio dijeron que estaba a $6- replicaba con algo de desasosiego mi abuelo
El dueño del
granero torcía los labios hacia arriba mientras contaba en alto un rollo de
billetes y luego de unos 30 segundos de silencio miraba a mi abuelo y le decía
–bueno… ¡va llevar la sal o no!-
Así como a mi
abuelo hace años, hoy en día nos pasa lo mismo a todos nosotros; nos tiene
jodidos el tal margen de ganancia. Hace un par de años le preguntaron a una
señora despelucada que ostentaba el cargo de directora de la ASOBANCARIA que
por qué los bancos no reducían los costos del manejo de cuentas y el uso de los
cajeros y ella con toda seguridad y altitud respondió (lo recuerdo muy bien)
–PORQUE SIN ESE COBRO LOS BANCOS NO PODRÍAN SOBREVIVIR- (…) ¡hágame el
jijueputa favor!
Lo mismo pasa
con el salario mínimo; pobrecitos los empresarios, si le suben mucho al mínimo,
se quiebran y ahí si se forma un problema ¿Por qué quién le va a dar trabajo a
la gente? ¡Haaaaa… que mentira! Mientras los trabajadores se ven obligados a
regalar por un salario miserable su fuerza de trabajo y su dignidad, los ricos
sacan cuentas de la finca nueva que se pueden comprar, el apartamento en Miami
y la maestría de su hija, la renovación del modelo de su camioneta Audi y la
membresía del club, las putas caras en el Lido y etc,. Con razón somos uno de los pises más
desiguales.
Para que un
pobre aspire a ser rico tiene que aprender a joder a otros pobres y eso, aunque
suene increíble, casi nunca pasa, de otra forma los ricos serían mayoría.
Conclusión: para
acabar con la pobreza SOLO HAY QUE REDUCIR EL MARGEN DE GANANCIA DE LOS RICOS y aumentar el de los pobres, así todos
ganamos.
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