viernes, 16 de enero de 2009

DE ARISTOTELES A ZUCKERBERG

ENSAYO


“Aristóteles pensaba que las verdades conocidas debían conducir a la praxis tanto en la experiencia cotidiana, como en las artes y las ciencias. Los hombres necesitan en su lucha por la existencia del esfuerzo del conocimiento, de la búsqueda de la verdad, porque a ellos no les está revelado de manera inmediata lo que es bueno, conveniente y justo. El artesano y el comerciante, el capitán y el médico, el jefe militar y el hombre de estado -todos deben poseer el conocimiento adecuado para sus especialidades, a fin de poder actuar de acuerdo con las exigencias de la respectiva situación”

Herbert Marcuse
Cultura y Sociedad



Allá por mediados de los años 80’s, siendo un niño que apenas si sabía amarrarse los zapatos, de la mano de una tía a la que ya no veo, parado en medio del sitio conocido como “El Plan” en la parte alta de las minas de esmeraldas de Coscues en Boyacá, de pronto me sentí abrumado por el devenir ajetreado de la multitud que bullía a mi alrededor. Algunos vestidos con ropas límpidas y rebosantes de olor a colonia y billetes y joyas relucientes, otros ennegrecidos hasta los dientes con palas y picos sobre sus hombros y miradas ansiosas y exhaustas a la vez. Los primeros saludaban a los otros con cierto desaire mientras al unísono las comadronas de los restaurantes invitaban a la gente a almorzar y los chóferes de los camiones anunciaban su salida, un olor constante a tierra mojada y a bruma de montaña envolvía el lugar mientras la danza continuaba. Al fondo se veía gente que como hormigas salía y entraba de la tierra, otros se apilaban a lado y lado del río tirando sus palas como pescadores sus atarrayas mientras unos pocos atrevidos se colgaban de los peñascos para arañar con sus picos las laderas. En Las salientes tranquilas de las montañas los soldados se compartían el último cigarrillo de la mañana mientras oteaban el lugar, en las casetas los señores gorditos rodeados de muchachos armados daban instrucciones a los ingenieros y hacían mover las máquinas con afán, al lado mío el vendedor de sombreros aterciopelados le piropeaba a mi tía y le insistía para que le recibiera una cerveza en la tienda donde un hombre flaco intentaba ganarse unos pesos con los tonos desafinados de su guitarra.

En aquel momento estaba lejos de imaginarme sumergido en el estudio de las estructuras sociales, en la comprensión de una dinámica que aún no deja de ser abrumadora, en un sin número de sociedades particulares de intrincados oficios y artificios y jerarquías móviles y funcionarios de toda índole y de todo rango, personajes con especialidades propias y diferentes, identificados por el grueso de sus bolsillos, el calibre de sus herramientas y el dios que cuelga de sus cuellos. Y así como estaba lejos de adivinar mi futuro, también lo estaba de entender aquel paisaje como un todo formado por muchas piezas, una sociedad ubicada en un tiempo y un espacio, caracterizada y clasificada por un grupo dominante que determinaba el actuar general y cuyo poder yacía en el comercio de gemas.

Falto mucho tiempo en la evolución de los seres vivos y particularmente en la de los seres humanos, para que pudiéramos llegar a determinar que un funcionamiento anormal de nuestra hipófisis podría llevarnos a insultar repentinamente al pobre guitarrista del restaurante, o que una sobreproducción de cortisol por parte de la corteza de la glándula suprarrenal, podría desencadenar la ira de uno de los relajados soldaditos, y que talvez los piropos del vendedor de sombreros a mi tía, se los debiera a la liberación de polipéptidos en su cuerpo.

Muchos siglos fueron necesarios para que nuestro lenguaje pasara de ser una arcaica forma de gesticulaciones incomprensibles, para convertirse en un complejo entramado de significaciones coherentes, que a la postre desencadenaría la avalancha vertiginosa del conocimiento humano. No en vano, muchos sociobiólogos proponen teorías coincidentes en lo complejo de la estructuración y evolución histórica del lenguaje y a partir de ello, del surgimiento de la organización social con formas de comunicación elaboradas y comportamientos predecibles.

Ese contexto histórico-evolutivo fue comprensible gracias a la intervención conjunta de diferentes disciplinas tales como la antropología, la sociología, la paleontología, la biología y la lingüística entre otras, más recientemente de las disciplinas de carácter interdisciplinar como la sociobióloga, la psicobiología, etc. La biología propiamente dicha, adquiere una relevancia suma en el estudio de la evolución comportamental del ser humano, pues propone múltiples teorías conducentes a la elaboración de una idea general de cómo y a partir de qué fenómenos o interacciones grupales se llegó al grado actual de interrelación social que va desde lo autóctono a lo multicultural, y que atiende, a su vez, la biología del individuo, su herencia fisiológica interna y el resultado de su experiencia social.

La pregunta de antes y de ahora es ¿cómo llegó a suceder todo esto?

En qué momento y mediante qué proceso se llegó a la afinación funcional de las sociedades actuales, cómo y por qué alcanzó semejante inercia y sinergia social ¿Qué interés nos motiva ahora para desarrollar un estudio de la sociedad el pensamiento y el comportamiento?

Bien, la teoría evolucionista de Darwin decía que la evolución de las especies es el resultado de interacciones sistémicas entre individuos y grupos de individuos que compiten por su supervivencia individual, acorde con ello, podemos pensar que todo ha sido producto de un largo proceso de lucha motivado por la necesidad de subsistencia individual pero, en algún momento, congeniado por la conjunción de propósitos colectivos. Algunos sociobiólogos como O. E. Wilson sugieren que “las estructuras que vertebran la sociedad humana, el sistema jurídico y económico entre ellas, podrían tener un origen biológico y proceder por evolución de las correspondientes estructuras en las sociedades de los primates de los que descendemos”[1] al mismo tiempo, el refinamiento de dichas estructuras y su función debe obedecer a un proceso de perfeccionamiento y especificación con siglos de evolución constante, con progresos y retrocesos como diría Kant, pero con una persistencia curiosamente enrutada hacia la complejidad (no sólo cultural y social, también morfofisiológica de cada individuo) y al mismo tiempo causante de la particularidad.

Dicha particularidad se evidencia en el surgimiento contemporáneo de sociedades marcadamente diferentes y sin embargo permeables y contenidas todas dentro de una especie de superestructura que al final, en un contexto cosmológico, también resultaría particular. En ellas las personas entran y salen de una y otra a discreción pero sin distorsionar la singularidad y el objeto de las mismas, ejemplos de este tipo de sociedades y su interacción son las sociedades culturales de los años sesenta y setenta en el que las filosofías pacifistas servían de medio a tendencias musicales, de vestir y de comportarse. Esta clase de sociedades de surgimiento casi espontáneo publicitaban a gritos una rebeldía no del todo clara, contra la súper estructura que hoy nos parece natural e inherente al mundo terrestre, la llamada (aldea global) y una afinidad, en muchos casos confirmada, hacia lo natural. Un ejemplo aparte, puede ser el de los Amish, su sobreposición a la revolución industrial y su renuncia a la dependencia tecnológica. Más recientemente nos encontramos con sociedades virtuales capaces de lograr analogías de orden forma y función casi perfectas con el mundo real (Facebook[2], Sonico, Unadvirtual, etc.) pero estos son apenas unos cuantos ejemplos de entre un inventario casi imposible de contar.

Se puede concluir entonces, que el concepto de sociedad implica un espectro amplio de otros conceptos, prácticas y dinámicas (aceptación, reconocimiento, particularidad, evolución e involución, dependencia, intercambio, enculturación, desarrollo científico, etc.) ya sea que haya surgido de primitivas formas de convivencia primate o de complejas estructuras cibernéticas, y cuyo catalizador pudiera ser o haber sido el movimiento de pinza en los dedos, la evolución del córtex cerebral, la invención del microscopio o el desarrollo de la producción en masa.

En todo caso el estudio de las sociedades, de su pensamiento y de su comportamiento es igualmente un proceso dinámico y continuo motivado, en especial, por el deseo de los seres humanos de entenderse a sí mismos como individuos y como sociedad, coadyuvado por disciplinas científicas como la biología.

[1] Origen Biológico de La Sociedad - www.eumed.net
[2] Comunidad virtual creada por Mark Zuckerberg

DILUVIO UNIVERSAL


“es común que los hombres sientan según sus inclinaciones, hablen y piensen según conocimientos y opiniones adquiridas, pero por lo general actúan según la costumbre”[1]
Sir Francis Bacon.

No encuentro explicación más exacta para lo que trato de implicar con mi pregunta ¿Qué hace falta para superar este relativismo ético y moral de nuestra cultura que cada día engendra más de lo mismo?

La pregunta refiere a un par de hipótesis según las cuales llegamos a considerar, por un lado, que el actuar del individuo, no obstante su integridad personal, está ineludiblemente coaccionado por el actuar de su grupo. Cada persona posee una instrucción y como decía un compañero de la universidad, un moldeamiento que le sugiere unos parámetros de determinación y juicio, sin embargo, se le superpone lo que la sociedad considera bueno, malo, moda, adecuado, tradicional, etc., de ahí que se perciba una incoherencia entre el pensar individual y el actuar colectivo.

Se nos plantea la importancia de los parámetros de crianza pero el punto al que llegamos, aunque resulte pragmático, es que dichos parámetros son en la inmensa mayoría de los casos superados por el orden y la inercia grupal. Vivimos bajo los estándares del principio social formulado por Erikson y es una condición que difícilmente podemos negar.

Pero ¿por qué no actuamos en consecuencia con nuestros principios?

Por qué persiste esa rotura entre lo aprehendido para el pensar y actuar individual y lo actuado en sociedad. Mi teoría es que se nos cría como individuos y se nos juzga como grupo, entendiendo por ello, no que se me juzgue junto a los otros sino que quien me juzga ya no espera de mi decisiones propias y originales sino encontrar en ellas el consenso de todos puesto que ese consenso es dios y ley.

Por otro lado, para que ese orden social sea aceptado, superando en muchos casos lo justo, es necesario crear nuevos niveles de valor, estándares abstractos y a conveniencia de lo aceptado y lo criticado, escalas de permisibilidad dictadas a discreción de a quien afecta y a quien no. Es decir, lo que llamamos relativismo social de lo ético y lo moral.

Pero la pregunta concreta es ¿cómo superarlo?

Y es ahí donde tenemos que devanarnos los sesos pues llevamos mucho tiempo tratando sin lograrlo y el único referente que tenemos de un cambio tan radical es el del diluvio universal y por supuesto, para muchos, este ejemplo no vale. No vale por que no está sometido al carácter científico, es un hecho hipotéticamente histórico y además finalmente volvimos a lo mismo. Sin embargo, cuando se me pide pensar en una solución, una propuesta, lo único en lo que puedo pensar es en una catástrofe de proporciones globales, no que nos motive, sino que nos obligue a pensar de forma radicalmente distinta. Esta puede parecer una posición demasiado negativa que le otorga poco o nada de fe a la sociedad actual, pero que viendo la realidad (consumismo, daño ambiental, perdida de valores etc.) y el trabajo infructuoso que durante años han hecho sociólogos, psicólogos, antropólogos y demás, que se contrapone al régimen globalizador de la economía de libre mercado pero que continua siendo vencido, resulta no ser una idea tan descabellada.

¿Cuantos años llevamos hablando de corrupción política, de vandalismo juvenil, de trasgresión, de daño ambiental, de vulneración de derechos humanos? ¿Cuantas formulas hemos propuesto, cuantas acciones hemos tomado… y cual es nuestra realidad?

Yo entiendo que la catástrofe global no es una solución tangible, pero el punto al que quiero llegar es que, por un lado, no podemos desconocer nuestra naturaleza social, y por otro, que no hay soluciones sacadas de la manga. Ahora si quieren una propuesta menos etérea, se me ocurre pensar por ejemplo: en un cambio en el modelo educativo que se sobreponga a la supremacía de lo colectivo por lo individual y logre un balance entre los dos, al tiempo que se frene el crecimiento exponencial de la población mundial (retoma firme del control natal) se deconstruyan las ciudades y se rediseñen con límites de crecimiento geográfico que resulten amables con el entorno ambiental y consecuentes con lo que se pueda o no controlar.

[1] ANDERSON, R. E. CARTER, I. (1.990) La conducta humana en el medio social. Enfoque sistémico de la sociedad. Editorial Gedisa: Barcelona, España.

jueves, 15 de enero de 2009

Roles femeninos y masculinos

Una visión simple de algo complejo.



El nuevo rol de la mujer en la ciudad



Una visión simple de la fuerza y el influjo del movimiento femenino sobre la sociedad actual, diría que el rol de la mujer en la sociedad ha cambiado por que el 30% de los altos cargos públicos son ocupados por mujeres, o por que acaban de nominar una mujer para general de la república etc.

Se hace necesario entonces, aclarar que no es así de simple pero dado que el tema tiene cualidades casi infinitas, nos remitiremos al contexto local, a esa relación Mujer-Ciudad, para denotar el moldeamiento, el rediseño y la coacción del genero femenino en el desarrollo de la ciudad en aspectos que van desde lo arquitectónico público hasta lo privado familiar, pasando por una extensa gama de accionares en los que la mujer ya no solo es influencia sino determinación.

Desde la señora que se levanta a las cuatro de la mañana, deja sus niños listos para que una tía los lleve al colegio y empacado el almuerzo de su esposo, antes de salir de su casa en Usme para ir a asear los pisos de alguna oficina en el Worl Trade Center, pasando por la vendedora de ropa interior de algún almacén del barrio Siete de Agosto, la voceadora de prensa de la esquina de la calle 57 con Caracas, la ingeniera civil que le compra el periódico antes de pasar a revisar las placas averiadas de Transmilenio, la conductora del Móvil T745 que le da el paso, la gerente de servicios comerciales de Bancolombia que desde su A4 ruega para que el semáforo cambie rápido, la agente de transito que la mira como pidiéndole que tenga calma mientras en el mismo articulado T745 la abogada asesora del Consejo Superior de la Adjudicatura piensa en sus hijos y en la ley de pico y placa que no le dejó sacar el carro hoy. Más al norte, las vendedoras de flores de la 67 alistan sus hermosos productos mientras las maquilladoras de los salones de belleza de enfrente esperan en la cafetería a la dueña a quien hoy le cogió un poca la tarde pues tenía que llevar a su hijo a la cita médica con la odontóloga quien tiene su consultorio en el centro comercial Granahorrar de la calle 72, al lado del cual queda la oficina privada de la directora de planeación distrital quien antes de salir para su oficina en el centro, atiende a una amiga vendedora de productos de Avón que meses atrás era su secretaria y que ahora maneja un grupo de vendedoras entre las que están una enfermera del nuevo Instituto de Seguros Sociales y una profesora del colegio María Auxiliadora de la calle 170. Así como todas ellas, existen en las ciudades de hoy mujeres que no solo influyen en la cotidianidad de la ciudad, sino que la construyen día a día.

Quién podría negar hoy la intervención de las mujeres como entes de determinación en todos los aspectos de la sociedad de cualquier ciudad del mundo. Deciden que tipo de alimentación es buena o no para sus familias, la ropa, el tipo de servicio médico, el lugar de vacaciones, en fin, el estilo de vida de ellas y de sus familias. Tanto es su influjo sobre la cotidianidad de la vida social que los grandes almacenes proyectan lo que venderán de acuerdo a la determinación de compra de las mujeres. Las aseguradoras y las EPS diseñan planes especiales para ellas, el gasto social del estado dedica rubros importantísimos para atender las observaciones de las mujeres etc.

Todo lo anterior nos indica un cambio nunca antes visto en la sociedad mundial respecto al papel desempeñado por las mujeres, un posicionamiento y un vuelco total del estatus del género femenino, y algo que llama la atención en demasía “hacen todo eso y más sin dejar de hacer lo que hacían antes”


Cambios en el rol masculino

Ese cambio en los roles femeninos, por supuesto que motiva y obliga el cambio en los roles masculinos. En muy pocas décadas las mujeres se convirtieron en la mano de obra preferida de las industrias manufactureras, en las ventas, en las empresas de servicios y en muchos otros campos en los que también en muchos casos es la mujer la jefa.

El hombre sigue desempeñando los mismos roles que siempre ha desempeñado pero se nota un fuerte cambio en lo tradicional de los mismos, los hombres que se presentan hoy en día a una oficina de empleos se ven superados por las mujeres en número y preparación en muchos casos. Tal ves no necesariamente esto indique que las mujeres se hayan apropiado de los roles de los hombres o que los hayan superado, pero sí, que las cargas tienen hoy en día un mejor balance.

No hay nada malo en que un hombre lave y planche mientras su esposa va a la oficina siendo ella quien ostenta ahora el rol de proveedora que tradicionalmente era de él.

Se puede entonces hablar de una fusión de roles, en lugar de un cambio, y ello nos permite acercarnos a aquel utópico concepto de igualdad que siempre hemos perseguido.
De cualquier forma, el cambio se nota en la ciudad, en los países y en el mundo.