viernes, 16 de enero de 2009

DILUVIO UNIVERSAL


“es común que los hombres sientan según sus inclinaciones, hablen y piensen según conocimientos y opiniones adquiridas, pero por lo general actúan según la costumbre”[1]
Sir Francis Bacon.

No encuentro explicación más exacta para lo que trato de implicar con mi pregunta ¿Qué hace falta para superar este relativismo ético y moral de nuestra cultura que cada día engendra más de lo mismo?

La pregunta refiere a un par de hipótesis según las cuales llegamos a considerar, por un lado, que el actuar del individuo, no obstante su integridad personal, está ineludiblemente coaccionado por el actuar de su grupo. Cada persona posee una instrucción y como decía un compañero de la universidad, un moldeamiento que le sugiere unos parámetros de determinación y juicio, sin embargo, se le superpone lo que la sociedad considera bueno, malo, moda, adecuado, tradicional, etc., de ahí que se perciba una incoherencia entre el pensar individual y el actuar colectivo.

Se nos plantea la importancia de los parámetros de crianza pero el punto al que llegamos, aunque resulte pragmático, es que dichos parámetros son en la inmensa mayoría de los casos superados por el orden y la inercia grupal. Vivimos bajo los estándares del principio social formulado por Erikson y es una condición que difícilmente podemos negar.

Pero ¿por qué no actuamos en consecuencia con nuestros principios?

Por qué persiste esa rotura entre lo aprehendido para el pensar y actuar individual y lo actuado en sociedad. Mi teoría es que se nos cría como individuos y se nos juzga como grupo, entendiendo por ello, no que se me juzgue junto a los otros sino que quien me juzga ya no espera de mi decisiones propias y originales sino encontrar en ellas el consenso de todos puesto que ese consenso es dios y ley.

Por otro lado, para que ese orden social sea aceptado, superando en muchos casos lo justo, es necesario crear nuevos niveles de valor, estándares abstractos y a conveniencia de lo aceptado y lo criticado, escalas de permisibilidad dictadas a discreción de a quien afecta y a quien no. Es decir, lo que llamamos relativismo social de lo ético y lo moral.

Pero la pregunta concreta es ¿cómo superarlo?

Y es ahí donde tenemos que devanarnos los sesos pues llevamos mucho tiempo tratando sin lograrlo y el único referente que tenemos de un cambio tan radical es el del diluvio universal y por supuesto, para muchos, este ejemplo no vale. No vale por que no está sometido al carácter científico, es un hecho hipotéticamente histórico y además finalmente volvimos a lo mismo. Sin embargo, cuando se me pide pensar en una solución, una propuesta, lo único en lo que puedo pensar es en una catástrofe de proporciones globales, no que nos motive, sino que nos obligue a pensar de forma radicalmente distinta. Esta puede parecer una posición demasiado negativa que le otorga poco o nada de fe a la sociedad actual, pero que viendo la realidad (consumismo, daño ambiental, perdida de valores etc.) y el trabajo infructuoso que durante años han hecho sociólogos, psicólogos, antropólogos y demás, que se contrapone al régimen globalizador de la economía de libre mercado pero que continua siendo vencido, resulta no ser una idea tan descabellada.

¿Cuantos años llevamos hablando de corrupción política, de vandalismo juvenil, de trasgresión, de daño ambiental, de vulneración de derechos humanos? ¿Cuantas formulas hemos propuesto, cuantas acciones hemos tomado… y cual es nuestra realidad?

Yo entiendo que la catástrofe global no es una solución tangible, pero el punto al que quiero llegar es que, por un lado, no podemos desconocer nuestra naturaleza social, y por otro, que no hay soluciones sacadas de la manga. Ahora si quieren una propuesta menos etérea, se me ocurre pensar por ejemplo: en un cambio en el modelo educativo que se sobreponga a la supremacía de lo colectivo por lo individual y logre un balance entre los dos, al tiempo que se frene el crecimiento exponencial de la población mundial (retoma firme del control natal) se deconstruyan las ciudades y se rediseñen con límites de crecimiento geográfico que resulten amables con el entorno ambiental y consecuentes con lo que se pueda o no controlar.

[1] ANDERSON, R. E. CARTER, I. (1.990) La conducta humana en el medio social. Enfoque sistémico de la sociedad. Editorial Gedisa: Barcelona, España.

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